Oct 15, 2007

Apendibistrot

Lugar en el que se come con los ojos y se lee con las manos
















¿Cuantas veces no encontramos un referente culinario, gastronómico, –o de comida chatarra porque no siempre alcanza para otra cosa– entre las líneas que, a ratos, más que en la imagen nos llevan a pensar en el alimento que consumen nuestros personajes favoritos? Y a querer comerlo casi, porque se nos antoja aquello que comen. Es más, se empieza a desarrollar un código de identificación entre esa referencia y nosotros, así no nos provoque.

¿A cuantos no les ha dado por antojarse de las medialunas (aquí cachitos estilo croissant), aquellas que la Maga y Horacio comían en pleno romance parisino a la vez que grandes trozos de enamoramiento se horneaban también en nuestros corazones del lado de allá, es decir, del lado de ellos? Seguramente que algún trasnochado podría sentirse más miembro del Club de la Serpiente que nunca, al explorar en el pasillo del abasto las variedades panaderas que ofrecen los fabricantes de Cachitos Morán o de panificadora Once-Once.

¿Quién no imagina la fantasía empalagosa de los caramelos de animalitos de Úrsula Iguarán en un zoológico colorido y por cien años solitario? ¿O quién de tener la oportunidad no aprovecha, cual García Madero, y se prepara par de sanduichitos de ingredientes de nevera de casa rica, rebosantes de exquisiteces y perpetúa digestivamente el abuso saboreando o lambuseando la aventura literaria mientras adereza con la misma intensidad, a juro, que su personaje, sus líneas mentales recitadas a la posteridad?

¿Qué apendicista no entendería el gusto por las empanadas de pollo de algún personaje de Mario Morenza –incluso Mario– si uno ha visto al personaje en cuestión enamorarse y luego comer cada día las mismas empanadas del puesto de la esquina que ha pedido la chica de sus sueños para su desayuno, prolongando un peregrinaje gastronómico que va del corazón al estómago en cada día de amor, cada día de desayuno con empanadas de pollo?

¿O quién, por el contrario, querría ser invitado alguna vez a las bacanales organizadas en Cáscara la vieja, el imperio decadente inventado por Yoel Villa, si con un escritor como Yoel quedarían dos posibilidades: o por exceso pantagruélico de Empous –como Yoel cuando ofrece a medio pasillo de Letras la bolsa de chistris que no es suya– se le acaba el banquete con más invitados que comida; o, por otra parte, uno sospecha del proceso de antisepsia con que debía prepararse el banquete porque el lector, con toda la razón, duda que Cáscara la Vieja cuente con Ministerio de Sanidad?

Bueno, basta. Ya para entrarle a este primer menú de nuestro Apendibistrot, presentamos una crónica que tiene que ver con los antojos metafísicos de un personaje que era simple y llanamente feliz al comer. Las nutritivas líneas a continuación provienen de la receta, los ojos y las manos de la querida Alexis Pablo.

Annabel Petit -(80)

3 comments:

Mario Morenza I said...

Hola, Annabel, un saludo para ti desde esta punta del continente, salúdame al río de la plata, a luis alberto spinnetta y a alguna nueva receta o comida exquisita que hayas probado por allá. Espero algún día tomarme con vos unas cervezas en algunos chinos argentino, o argenchinos.

Mario Morenza I said...

ahhhh, y te espero pronto, pues tengo entendido que te vienes pronto, así que tráenos un pedacito de argentina, aunque sea en tu acento y en bellas y emocionantes anécdotas que te ayuden a crecer.

Carlos Eduardo Fuenmayor said...

SALUDOS ANABEL
UN FUERTE ABRAZO AMIGA